La obsesión humana por la clasificación afecta también la esfera del placer.
¿Dónde está el punto G? Pero ¿existe realmente un punto G? Y los hombres, ¿lo tienen? No, ellos tienen el punto L. ¡Ah! ¿Dónde está? Es en correspondencia del perineo, entre el ano y el escroto. ¡No! Es en la base del glande, cerca del frenillo. ¡Uh! Pero si hay un punto G, cuando lo estimulas ¿desencadenarás un orgasmo clitorideo o vaginal? Bueno, si el punto G está dentro de la vagina entonces será vagi… ¡No! El punto G es la capa interna del clítoris, así que… Así lo señaló el Prof. Fulano. Pero yo no estaría tan seguro, de hecho el Dr. Fulanito claramente ha refutado la hipótesis que…
Y allá vamos. Interminables discusiones sobre el sexo de los ángeles, cruzadas a la búsqueda del Santo Grial del placer!
Sin embargo, debe existir un truco para que una mujer pueda conseguir un orgasmo parecido a la Noche de S. Juan: fuegos artificiales de gozo espasmódico!
Y el hombre? No, el hombre, no puede! Pero tiene que haber un punto que pueda regalarle incluso al hombre la impagable capacidad multiorgasmica!
En realidad, sí, el secreto existe, pero solo lo conocen unos sabios taoístas, ermitaños de las cuevas himalaianas. Lastima que lo desvelen en punto de muerte y sólo a algunos discípulos de probada confianza! Además sólo si las conjunciones astrales son favorables.
OK, suficiente, vamos a ir al punto (¿cuál? G, L, H…). El secreto existe, ¡claro que sí! Sin embargo, es muy difícil descubrirlo. ¿Por qué? Porque es demasiado simple para creerlo. Aquí va:
TODO EL CUERPO ES ERÓGENO
El cuerpo entero puede sentir placer.
¿Gran decepción? ¿Incredulidad? Seguramente habrá alguien que esté pensando que hay placer y placer, y que el placer sexual es otra cosa, que no se puede experimentar un orgasmo si te acaricias un codo.
Ya. Y que tal vez las mujeres sí… pero el hombre sólo es sensible allí, y sólo allí, y necesita ser estimulado allí. De «allí» no se escapa!
Sin duda hay áreas más o menos sensibles, pero todo el cuerpo, cuando es tocado de manera adecuada, siente placer, o mejor dicho, tiene esta capacidad.
El placer sexual no está únicamente relacionado al orgasmo, no se limita sólo a esos pocos segundos. Pero de esto asunto hablaremos en otro momento.
Las limitaciones, los patrones, los confines, sólo están en nuestra cabeza. Todo está relacionado, todo se funde con todo.
Que el cuerpo, masculino o femenino, sea extraordinariamente sensible, gozoso y con capacidad de sentir en su totalidad, no es algo que podemos averiguar mentalmente.
¡Es el cuerpo mismo que nos lo puede confirmar!
Por supuesto, muchos estarán convencidos de poseer sólo unos pocos centímetros cuadrados de piel sensible y que este es un hecho, por desgracia, irrefutable. Bueno, no.
Desde nuestra experiencia personal,
todo el cuerpo puede convertirse en un generador de placer, aún si esta no es vuestra realidad en este momento.
Pero, ¿cómo? ¿Cuál es el secreto? ¿Cuál es la técnica?
Simple.
Para aprender a sentir placer con el cuerpo entero debemos estar en el cuerpo. Y aquí volvemos a la primera lección . Si todavía no lo has hecho, puedes leerla aquí .
La función desarrolla el órgano. Para aprender a sentir tenemos que intentar sentir.
De hecho, podemos practicar cuando queremos, incluso cuando estamos solos, incluso en el metro, incluso en el trabajo, y no sólo haciendo el amor!
Por si lo necesitas, existe una práctica de la tradición tántrica shivaita de alta eficacia (que nos transmitió, más o menos en secreto, un divertido gurú practicante del camino de la mano ambizquierda, D.O., que Shiva lo recompense).
Funciona! También es muy sencilla, al menos aparentemente.
Consiste en prestar total atención durante unos segundos, hasta diez, veinte, a una sensación. En esa fracción de tiempo, relajamos el cuerpo y estamos plenamente en esa sensación, nos metemos en ella, nos sumergimos en sus profundidades, la exploramos como si fuera la cosa más bella del mundo. Más, la única cosa que existe.
Durante poco tiempo, con la máxima atención.
Después soltamos y volvemos a la «normalidad». Cuando queremos, volvemos a conectar con esa o otra sensación, y así seguimos, como en un juego.
Pero, ¿qué sensación elegir? Todo vale!
Empezamos con sensaciones intensas y agradables, como el agua caliente que baña el cuerpo mientras nos estamos tomando una ducha, o la caricia de la brisa primaveral en nuestra cara, aún si en realidad todas las sensaciones merecen ser exploradas: tocar con la punta de los dedos el teclado de una computadora, sentir el suelo bajo nuestros pies mientras caminamos, apreciar el roce de la ropa sobre nuestra piel.
Sólo unos pocos segundos, pero sin pensar absolutamente en nada. Escuchar y nada más. Y, si es posible, olvidando por un momento toda la información que recibimos de los otros sentidos. Aislar sólo esa sensación en particular. Al principio parece imposible, luego se convierte en placer y en gozo.
¿Cuántas veces? Tantas veces como queremos! 10, 20, 100 veces al día. Realmente no es algo que roba tiempo. Podemos hacerlo en todos esos momentos en los que no es necesario poner especial atención a otra cosa. No lo hagas mientras estás conduciendo! Tampoco mientras estás desactivando una bomba o durante una cirugía a corazón abierto! Sin embargo, mientras esperamos en la oficina de correos o estamos de camino al supermercado es genial! Obviamente, podemos hacerlo también mientras estamos haciendo el amor!
La única cosa difícil, al principio, es recordarse de hacerlo, tener un mínimo de continuidad. Pero en algún momento se convierte en algo natural.
Si estamos experimentando con el sentido del tacto, cuando es posible, podemos cerrar los ojos, eliminando así uno de los sentidos mas entrometido, la vista.
Podemos entrenar todos los sentidos, uno a la vez, obviamente. Pero te sugerimos que empieces por el tacto, continuando con el olfato y el gusto, dejando la vista y el oído como últimos.
¿Cuál es el nombre de esta práctica? Si realmente quieres darle un nombre podemos llamarlas microprácticas!
PS ¿Pero qué tiene que ver todo esto con hacer el amor? Descúbrelo por ti mismo.
Axel Cipollini con la supervisión de Laura Orsina
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